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viernes, julio 14, 2006

Breves pormenores de una pelea-juego-pelea

Hoy tuve un pelea-juego-pelea con CS: la conminé a econtrarnos so pena de que el amor de este perro andaluz se acabará cualquiera de estos días, cualquiera de estas noches, y se encabritó con que tras siete años de este asunto, de este ir y venir, de este ni chicha ni limonada, eso era "imposible", dijo textualmente por el MSN mientras escuchaba y cantaba –decía– un tema de Silvio Rodríguez sobre el amoooooooooor. Entonces tomé impulso y pateé la pelota con todas mis fuerzas desde mi posición defensiva: "¿querés probar?", la provoqué. "Dale", repuso, probablemente tecleando con una mordaz sonrisa en sus lindos labios. Luego que si "no me das bola voy a ser tu pesadilla –o algo así–, voy a aparecerme hasta en tu sopa –o algo así–". "¿Esas tenemos...?", pensé yo mentras tanto. Y corté la comunicación, lisa y llanamente cerré el Messenger. Como imaginé, al toque me envió un mail anunciándose como "tupesadilla.com.ar" o algo así y le respondí que ese era el último que le respondía, que ni señales de humo iba a contestarle, hasta tanto no resolviera prestamente esta situación de tiras y aflojes, de histeriqueos, de qué se yo... Y así será.
Y bien, ya sabés: ¡ponete las pilas! ¡Hacete cargo!

miércoles, julio 12, 2006

Un día de mierda

Ay... Me duele todo, especialmente el hombro derecho; ando con miedo que me pase otra vez lo de la contractura, se me vuelva a agarrotar el brazo y ande sufriendo como un perro sarnoso otra vez. ¡Tengo que volver urgente al gimnasio! Tengo que hacerme el tiempo y hacer un poco de fierros para que la adultez (falta para eso que llaman vejez, tengo sólo 43) no se me venga encima como un camión. Para colmo de males ande con el sueño cambiado y pasa todas las noches que no me duermo hasta las 3 o 4 de la mañana, con lo cual me cuesta un Perú despertar y levantarme para venir a trabajar (escribo en el laburo, no tengo PC ni internet en casa).
Hoy es un día de mierda. Ni siquiera CS me levantó el humor (ahora que logré instalar el MSN como se debe andamos chateando que da calambre) y mucho menos pudo cambiar el clima de mierda que –otra vez– me hincha tanto las pelotas cuando hace tanta humedad, cuando está tan pesado el aire o lo que sea que se pone pesado.
El hecho de andar con iliquidez (así le digo a Fede y a Naty cuando no tengo un mango) pone peor las cosas. En realidad tengo problemas financieros, no económicos (¿será al revés?), porque tengo que cobrar varios trabajos que me deben pero no se hacen efectivos. E (inicial de otra mujer que ocupa tanto tiempo de mi vida, aunque ya no vivamos juntos en le caso de ella) me presiona por el tema guita y ya no sé qué cuernos responderle; únicamente le digo y le digo la verdad pero a esta altura de los acontecimientos parece que mintiera: ¡que no me pagan, maldita sea!!! Hoy, sin ir más lejos, me planteó que no tenía para hacer la comida y tuve que darle poco de lo poco que me quedaba. ¡Me cago en dios!
Y me duele el hombro, otra vez.
Y cada día me aburro más con mi trabajo.
Y ML no acusa recibo de nada.
Y L1 (haciendo caso a mis ruegos) no volvió a comunicarse.
Y L2 ha desaparecido por completo.
Y CS me histeriquea bastante: "un (maldito) día de estos, teneme paciencia..."
Estoy tan harto de las complicaciones, cuando la vida es tan sencilla, cuando vivir es tan simple. Y va y vienen los que te rodean y te la complican, haciendo que vida sea un existir de mierda. ¿No te pasa algo así? No tenés dramas, te los hacen. ¡Me vuelvo a cagar en dios!
Y no descongelé la carne... Qué día de mierda!!!

martes, julio 11, 2006

Grassi: un engendro burgués

En el 2002 escribí el artículo que sigue, ahora publicado a propósito de la reciente postergación indefinida del juicio oral contra Julio César Grassi (y porque estoy haciendo un informe que aparecerá el mes que viene en una revista moronense):

GRASSI: UN ENGENDRO DEL RÉGIMEN BURGUÉS

A nadie puede sorprender que la curia haya puesto dudas sobre las denuncias que pesan sobre Julio César Grassi, que fueran hechas públicas la semana pasada por el programa Telenoche Investiga y por las cuales el cura quedó detenido. Argumentan que "hay que esperar que la Justicia determine", mientras ejercen todo tipo de presiones para que el caso sea "considerado" en toda su dimensión, teniendo en cuenta la "obra" realizada por Grassi.
Al mismo tiempo que las acusaciones sobre abuso y corrupción de menores caen sobre Grassi, la mayoría de los medios reclama por "los pobres chicos" que concurren a la Fundación Felices los Niños, cuya sede se encuentra en la localidad de William Morris, distrito de Hurlingham, a la que coinciden en calificar como "una gran obra", independientemente de las aberraciones cometidas por su promotor y director.
Lo que los medios nacionales no dicen es que esta "gran obra" dirigida por Grassi y sostenida por la burguesía, el gobierno y la propia iglesia a través del Obispado de Morón, es desde su inicio un centro experimental para los 'métodos educativos' promovidos por la iglesia e impulsados, de hecho, por todo el establishment económico, político y farandulero de la Argentina, que sostuvo la Fundación con el aporte de millones de dólares.
Ya en 1999, el semanario El Ciudadano de Hurlingham (13/11/99) daba cuenta de los "no pocos profesionales médicos y del área psicosocial que han manifestado sus dudas respecto a los métodos de atención y contención que se aplican con los chicos y adolescentes que concurren al Hogar Don Bosco", sede central de la Fundación ubicada en aquel distrito del conurbano.
Poco más tarde, quien había sido director médico del Hogar durante seis meses, denunciaba a través del mismo medio (31/12/99) que su director técnico, Juan Domingo Pérez, era "un ex-policía –que habría sido exonerado por razones no esclarecidas–, 'un personaje oscuro, de pasado oscuro'", según relató el profesional que fue finalmente despedido por el cura. A ello agregaba que "Pérez 'tenía como ayudante a otro personaje oscuro, de apellido Carballo, cuya teoría era que el niño de la calle ya en la panza de su madre era un niño de la calle. Es decir que había transmisión genética'. Carballo también habría sido miembro de la Policía Federal", añadía El Ciudadano. Para el médico, en el hogar "'se respira un permanente aire de violencia en todas sus expresiones', con una 'política represiva, inmoral en muchos aspectos'".
A todo esto hay que sumar las habituales y extrañas "desapariciones" producidas en el Hogar Don Bosco, tanto de adolescentes varones como de jóvenes embarazadas, denunciadas siempre por la Fundación como "escapes" pero sospechadas de conformar una red de tráfico humano que va desde la prostitución hasta la venta de menores y recién nacidos.
Y el reciente despido del personal de limpieza para ser suplantados por beneficiarios de los 'planes', hecho también denunciado por los medios locales.
Con relación a los oficios que se supone aprenden los chicos en la Fundación, en la misma edición del citado semanario se señalaba que "a Grassi también se le cuestiona que en el Hogar de Morris se elaboren miel y pan", porque "se comprarían afuera y luego se fraccionarían para ser vendidos como producidos allí".
Es decir que la Fundación Felices los Niños no es sólo una pantalla para encubrir las perversiones de representantes de la iglesia (a quien se vinculó también con el caso del cura Borgione), teniendo como rehenes a miles de chicos de la calle victimizados por el régimen burgués; sino también un cascarón vacío que durante años sirvió al lavado de decenas de millones de dólares para ministros como Domingo Cavallo, empresarios como Jorge Born, estrellas como Susana Giménez y montoneros como Rodolfo Galimberti.
Sólo entre 1994 y 1996, Grassi habría recibido del gobierno de Carlos Menem alrededor de 6 millones de dólares, aunque fuentes periodísticas hablan de 17 millones de dólares; esto sin contar los aportes de personas y empresas ni los valiosos terrenos del desguasado Instituto Forestal Nacional (IFONA) cedidos para la instalación del Hogar.
Ninguno de ellos, ni el gobierno ni los empresarios, hicieron nunca preguntas. Ahora se rasgan las vestiduras por "los pobres chicos de la calle".
Tal vez hagan caer sobre Grassi "todo el peso de la ley" –aunque harán lo imposible para salvarlo–. Pero la iglesia, los empresarios y los gobiernos patronales no podrán exculparse de haber engendrado, promovido y sostenido a los Grassi y sus fundaciones. Sólo por esta razón, el régimen burgués de conjunto debe ser barrido de la historia por la acción conciente de la clase obrera y las masas explotadas de la Argentina.
Gustavo H. Mayares

lunes, julio 10, 2006

Últimas noticias del hospicio

En la Mega están pasando "En el hospicio", de Pastoral. De pibe, era una de mis bandas preferidas. Me pone un poco melancólico; me pone un poco deprimido.
Por eso me acuerdo de ML. Cada vez que me deprimo me acuerdo de ella. El otro día le escribí y hoy, de puro masoca, anduve husmeando en su perfil de MSN. Es tan linda... Y tan cabrona!!! ¿Qué pasó? Imagino que buscaba un hombre y se topó (así fue nomás: nos topamos de pura casualidad un día cualquiera en una esquina impensada) con un pendejo. Qué va'cer...
Ayer me escribió CS, le contesté y hoy me echó en cara que me había escrito no sé cuántos correos y que no le respondía, que todos estos días me había esperado en el MSN y que nunca estaba disponible. No me cree que recién hace un rato pude instalarlo, que no andaba antes no sé por qué carajo. Me llama Pinocho... Es una mina bárbara! Es una lástima que la vida nos haya cruzado a contramano dos veces (no una sino dos malditas veces!): primero yo no podía y ahora ella no puede. ¿Te conté que anduvimos chichoneando pero todo era tan difícil que...? Que no se podía, sencillamente.
De L1 ni noticias; mejor. Me jode la vida ese modo suyo de histeriquearme.
De L2 ni idea.
Ayer domingo me dediqué a la casa: me hice un escritorio en la habitación, para poder escribir tranquilo. Pienso avanzar más y mejor con MdP, que me sigue teniendo entusiasmado. "La balsa" está perfecto para el final, aunque irá al principio, no?
Ahora paro. Me voy a comprar cigarrillos. ¿Vos fumás?

martes, julio 04, 2006

Esclavos del ocio

Acabo de leer de punta a punta el texto cuyo enlace coloqué en la entrada anterior, y está realmente bueno. De manera que acá va completo para que no te tengas que tomar el trabajo de buscarlo. De nada.

ESCLAVOS DEL OCIO

Una playa con palmeras, bikinis, cuerpos bronceados y aguas cálidas: uno estira el brazo y le alcanzan otra caipirinha. Es una de las escenas fantásticas del ocio, imágenes de holganza que se vuelven cada vez más lejanas. En un mundo de despidos, paro forzoso y depresión, cuando la tele abierta finaliza su programación del día, algún insomne desempleado, de espaldas sobre la cama, se quedará mirando el cielorraso y las paredes que desde hace años piden pintura a gritos. La foto de una mujer y unos pibes, un cartón de vino, la pava y el mate completarán el cuadro dentro de la piecita de arriba en la casa de los viejos.
¿Cómo repensar al ocio cuando el trabajo se acaba, se devalúa o se deteriora hasta llegar a un coma irreversible? Por aquí tenemos dos millones de desocupados y otros tantos subocupados; mientras en Japón, un sólo robot puede sacar el trabajo de cuatro operarios en las fábricas de autos, y sesenta y cuatro máquinas inteligentes, controladas por apenas dos personas, sustituyen a 150 obreros en la industria electrónica. En Estados Unidos se prevé que para el 2005 poco más de 90 mil almas cubrirán las necesidades de la industria de artículos para el hogar, contra las 200 que lo hacían a mediados de 1970.
De una punta a la otra, sea por efecto de las tecnologías de punta o por una posición desventajosa dentro del mercado global, millones de personas son arrojadas a un confinamiento solitario que algún sádico sigue denominando "tiempo libre".

De los paganos a los protestantes

Cuando el trabajo abundaba, a cargo de humanos o animales esclavos, el ocio era un privilegio. Claro que para los antiguos griegos y romanos el concepto incluía la contemplación, el paseo y el ejercicio del pensamiento.
En el siglo II, Plinio El Joven hermanaba al estudio y la pereza. Se trataba de una condición que acercaba la elite al modelo de vida de los inmortales: éstos no tenían más que alimentarse de los frutos que la semidiosa Fortuna ponía en sus manos y podían dejar la mente libre para contemplar la obra del mundo. Los negocios -"nec otium"- eran la negación misma de ese ideal. Y el trabajo, en cuya etimología se encuentra el "tripalium", un instrumento de tortura, era directamente una deshonra: "ars mechanica, ars inferior".
Esta idea subsistió, en una u otra forma, hasta fines de la Edad Media.
Recién en 1783, Carlos III de España declaró por cédula real que no era degradante trabajar, legitimando así a muchos caballeros necesitados que se dedicaban a oficios "bajos y viles" como las artesanías o la venta de especias.
La expansión del capitalismo precisó una mentalidad que revalorizara el trabajo. La ética protestante logró trasmutar la condena bíblica -"Ganarás el pan con el sudor de tu frente"- en bendición. En la nueva moral, el ocio fue un contravalor. Para la burguesía protestante no hubo mayor pecado que perder el tiempo. También en el siglo XVIII, Benjamín Franklin advertía, en sus Consejos a un joven comerciante, que "el tiempo es oro; siempre debes mantenerte ocupado en algo útil y suprimir todas las acciones innecesarias".
Pronto los valores de una emergente cultura del trabajo se extendieron a los más explotados, pese a la resistencia salvaje de los obreros ingleses que rompían máquinas, o de la ironía popular castellana: "Si el trabajo es salud, que trabajen los enfermos".

El derecho a la pereza

Los primeros militantes gremiales, anarquistas o socialistas, observaron que el trabajo estaba sobrevaluado en la ideología dominante, como coartada útil para que los menos conservasen el privilegio de ser mantenidos por los más. Y en medio de la lucha por la reducción de la jornada laboral a ocho horas reivindicaron el "ocio creador".
El yerno de Marx fue más lejos. En 1881, en su folleto "El derecho a la pereza", Paul Laffargue rescató al poeta griego Antiparos con sus cantos al molino de agua, cuya invención -se creía- emanciparía a las esclavas. Y, como primer diputado socialista en el parlamento francés, llamó a "forjar una ley de bronce" que prohibiera a cada persona trabajar más de tres horas por día.
Pero ni el molino liberó a la esclava ni la máquina inteligente emancipó al proletario. Las nuevas tecnologías produjeron masivos desplazamientos hacia los márgenes, un mayor número de delincuentes y cuantiosas víctimas de la represión estatal. El crecimiento en productividad habría permitido que todos cubriesen sus necesidades básicas con sólo cuatro horas diarias de trabajo, según calculó Bertrand Russell poco antes de la Segunda Guerra Mundial. Pero para eso había que repartir el producto y eliminar plusvalías, algo que nadie -y menos el stalinismo, imbuido como estaba de la misma ética de trabajo de la acumulación capitalista- intentó realizar.

El fin del empleo

En la última década del siglo XX, entre las tecnologías de punta y los planes de ajuste flexibilizador, se terminó por triturar las promesas del robot que liberaría a la humanidad de la penuria. Entre aquellos que analizaron el fenómeno del "fin del trabajo", Jeremy Rifkin, asesor de Clinton, supo dibujar escenarios sombríos para el nuevo siglo. Por un lado, subclases permanentes de desocupados y subocupados, sin otra alternativa que la economía irregular, el delito menor y el mayor. Por el otro, trabajadores sobreocupados y sobreexigidos en medio de una creciente precarización del empleo. Esto incluye a los contratos temporales y la contratación "just in time", con su demanda de disponibilidad a las órdenes del contratista o de la mano negra -e invisible- del mercado. Todos seremos changarines: uno ya no sabrá cuánto tiempo libre le queda ni podrá planificar cómo usarlo, ya que en cualquier momento se lo puede convocar para una tarea cuya duración y condiciones las impondrá el patrón temporario: "Esto lo necesito para ayer".
¿Qué lugar le cabe al "dolce far niente" en medio de esta economía de escasez? Sólo el de ser desfigurado hasta lo irreconocible. La industria del entretenimiento aportó su bisturí para ese cambio de género. Todo sistema social concede a sus sujetos algunos períodos de fiesta o esparcimiento. Pero en el capitalismo hubo un invento que permitió colonizar por completo al tiempo libre, potenciando al máximo el control totalitario de las horas sin trabajo: la tele.
Según analizó Javier Echeverría en su célebre Telépolis, ese aparatito realizó una inaudita conversión del tiempo de ocio en tiempo de trabajo, eliminando por primera vez en la historia una diferencia que sobrevivía desde la antigüedad. Y lo realizó mediante la creación de una mercancía que como ninguna otra supo expandir las fronteras del mercado: el telesegundo.
La materia prima de esta mercancía -cuyo valor depende del número de espectadores cautivos de la programación que la vende- se extrae del subsuelo del tiempo de los televidentes. Más allá de si se compran o no los productos representados por las teleimágenes, el mero hecho de contemplarlas crea mercado y mercancía. Y nadie te paga por eso.
El nuevo sistema se basó en la incorporación a distancia de imágenes mercantiles a la intimidad, los deseos y las necesidades. Todas las tecnologías fueron puestas, tarde o temprano, al servicio del mismo objetivo; por otras pantallas comenzarían a difundirse las ofertas de quienes invierten en Internet. En un mundo que deshace trabajos y genera desocupados y excluidos crónicos, esa construcción de deseos y necesidades ha tenido el mérito de reproducir, además de mercado, una eterna insatisfacción.

Dónde va el ocio cuando no encuentra trabajo

En las economías más fuertes hoy se discuten algunas opciones para recuperar mano de obra cesante y ofrecer oportunidades a los ociosos forzados; pero hay pocas ideas en cuanto a cómo recrear el tiempo libre y mucho menos cómo canjearlo por ingresos. Se habla de una semana laboral más corta, de un salario social y de un ingreso anual garantizado para voluntarios en programas de asistencia. Los gestos de solidaridad, la ayuda mutua, la defensa activa de los derechos de las minorías u otras actividades no regidas por las leyes del mercado serían usos "útiles" del ocio.
Según las propuestas de Rifkin, una de las más importantes fuentes de financiación de la llamada tercera fuerza provendría de impuestos a esas mismas industrias de tecnologías de punta que generan pérdidas de puestos de trabajo. Pero habría que ver cómo se decide, a quiénes y cuánto pagar por las ganas de dar y darse a otros, que puede abarcar desde acompañar a enfermos terminales en sus últimos días hasta proveer una casa de familia para algún chico abandonado, pasando por el esfuerzo de concertar una acción ciudadana protagonizada por los ecologistas, a fines de 1999, en Seattle, Estados Unidos.
Lejos ya del "dulce otium" de los clásicos, el tiempo sin trabajo de hoy se parece a una condena a la ociosidad de un presidio. Aquel ideal era consecuencia de la libertad -si ésta es la condición en la cual un ser humano puede autorrealizarse- y no el resultado de un tiempo muerto o al que se lo quiere matar por cualquier medio. En aquel modelo hay un sujeto libre y creativo, pero en este vegeta el consumidor-esclavo de un espectáculo de fantasmas.
Por más esfuerzo que uno haga, es difícil imaginar que la moderna gestión del ocio pueda revertir esa degradación, y menos aún dar satisfacción a las expectativas creadas por la abrumadora oferta publicitaria.
La frustración del desocupado crónico aumenta si sobreviven ciertos credos de la obsoleta cultura del trabajo; por ejemplo, la mayoría de la gente sigue derivando su sentido de identidad de su oficio/profesión y del consumo que esa ubicación le permite, en una época en la cual las ubicaciones cambian o desaparecen de un día para el otro.
Si es cierto que el desempleo es estructural, habría que hacer un cambio de civilización para devolver al tiempo libre su libertad. Quizá una reorientación de valores y necesidades, una búsqueda de nuevos equilibrios entre trabajo y juego, o entre acción e inacción, es el verdadero ajuste que exigen las horas de ocio que se nos vienen encima.
O tal vez no haya ocio que resista la erosión del trabajo, su contracara ineludible. Y entonces la playa, las palmeras, las bikinis, las aguas cálidas, los cuerpos bronceados y las caipirinhas serán siempre ajenas. Mientras tanto, por aquí quedan la pava, el mate, el cartón de vino y las paredes sin pintar. Y encima, afuera empieza a llover.
Osvaldo Baigorria

Sobre el clima de mierda y los tiempos vacíos

Hace un clima de mierda y una humedad que ablanda las paredes, todo mojado como si hubiera llovido y en realidad no cayó una gota en dos días. ¡Un asco! Si parece que estuviera en Tailandia o en uno de esos lugares que imaginás siempre emfermizamente mojados, con proliferación de insectos y microorganismos del tipo más dañino. ¿No es que viviemos en una región templada? Para colmo de males, no puedo subir fotos a este blog de mierda (los gráficos que se ven abajo fueron raras excepciones) y no encuentro una razón para tal imposibilidad, porque el programa dice todo bien, subiste la foto y tecleá finalizar, pero la foto no aparece... ¿Alguien podrá ayudarme? (El gráfico que encabeza este texto es otra excepción. Lo juro: en el 90 por ciento de los casos no puedo subir fotos!!!)
Son las 7.54, llegué a la oficina hace una media hora y no me decido a arrancar. Escribir este texto es una forma de llenar este tiempo vacío; en verdad, la confección de esta bitácora es a los fines de llenar tiempos vacíos, en los que podría realizar algo más productivo –como trabajar, por ejemplo (si a lo que hago se lo puede calificar como trabajo)– pero prefiero hacer y decir todo por mera pereza mental. Es como tomarte una cerveza cuando estás al pedo o dormir la siesta los domingos a la tarde. Tampoco me culpo por ello. No es algo que me quite el sueño (como eventualmente ML o L1). La pereza –este tipo de pereza ¿o cualquier otra...? hummmm (no debo tener prejuicios con esta cuestión!!!)– es un derecho, parafraseando a Paul Laffargue. A propósito: alguien debería tomarse el trabajo de editar ese libro (El derecho a la pereza) en la internet, porque yo no lo puedo encontrar en ningún lado. ¿Tendrás un link para tirarme...? A cambio te tiro que da para que lo leas y debatamos (yo no lo hice a fondo, leerlo digo, sino así cosí, muy por encima pero me pareció interesante): http://www.e404.org/work/etica/Esclavos%20del%20Ocio.doc. También lo asimilo con un "hábito" que he asumido últimamente: comprarme pantalones y remeras por internet. ¿Podés creerlo? Bien pequeñoburgués!!! ¿Tendrá que ver con llenar mis tiempos vacíos gastando los pocos pesos que me sobran adquiriendo pilchas en su mayoría usadas o con la presión que sufro de las nuevas economías globales y virtuales...? Je je je.
Me estoy yendo. Ha llegado un trío de indeseables para llenar mi tiempo vacío, para hastiar mi pereza: me hablan de Boca, de la selección, de los concejales y aunque intento hacerles creer que estoy trabajando y no puedo prestarles atención, no hay caso, no acusan recibo. Espero que RR llegue pronto y los atienda, porque él los citó a esta hora de la mañana, cuando yo debería estar solo y al pedo. Encima, en esta media hora (son las 8.22 AM) el clima no ha variado un ápice. ¡Qué asco!

lunes, julio 03, 2006

Se va el segundo y el tercero


Aunque algunos enlaces no llevan a ningún lado, La aguja en el pajar promete buenas lecturas para quien las ande buscando en este laberinto casi insondable que conforma bloglandia. Para quienes se solazan en los textos un tanto depresivos, viene bien Desde mi ventana 2.0, hecho por Teresa desde la panorámica que le brinda su moderno vehículo.