El sitio desde el que diré lo que tenga ganas, sobre lo que tengas ganas y cuando tenga ganas: literatura, política, artes, la vida y el mundo...

martes, enero 29, 2008

Mi nuevo blog

Pasate por mi nuevo blog: http://gustavohmayares.com.ar

sábado, enero 26, 2008

Composición tema: el aburrimiento

Estoy aburrido. No sé qué cuernos me pasa pero me siento espantosamente aburrido; con todo: con el trabajo, con las lecturas (no hay un puto libro-novela-cuentos que me entretenga), con las salidas, con la comida, con la cerveza, con todo!!! ¿Será la soledad? No sé. El caso es que me tomo una birra o una siesta o escribo estas líneas de puro aburrimiento, nomás.

Por ahí me instalo frente a la PC y planifico el año, desarrollo un “plan de trabajo 2008” que ya tiene como cuatro páginas y me ilusiono con los proyectos, con los planes (algunos medio locos o descabellados, pensará Maru –mi socia y amiga– pero sin decir palabra en contrario cuando se los relato), y paso el rato. La verdad es que me tiene bastante preocupado lo que vendrá próximamente; no preocupado mal –o sí, en algún sentido– sino en función de que no sé cómo cuernos haré para llevarlos adelante, para concretarlos; es que me faltan recursos de todo tipo: humanos, materiales, económicos…

Pero al rato largo todo y me pongo a pensar y reflexionar sobre este aburrimiento que me acosa, que –por ejemplo– me impide escribir algo de ficción. Para escribir una novela (pongamos por caso Mar del Plata, iniciada y avanzada. Linda novela!) necesito estímulos; no me preguntes de qué tipo, pero necesito estímulos físicos e intelectuales. Entonces la dejo ahí, archivada; le echo un vistazo de cuando en cuando, muy de cuando en cuando; le añado un par de líneas o, como máximo, un párrafo, y enseguida pasa al olvido (no al olvido propiamente dicho, sino más bien a una especie de abandono inmerecido pues, insisto, es una linda novela, tal vez la mejor que he comenzado).

A veces me cuelgo con algo (ayer, por ejemplo, con una larga crítica a las boludeces que escribe GC en Oestiario); pero nunca dejan de ser boludeces también, asuntos intrascendentes, puerilidades sin mayores consecuencias. ¿No será que TODO lo que escribo es puerilidad sin mayores consecuencias? Tal vez; o quizá lo vea de ese modo productos del aburrimiento, ¿no? Cuando uno está-se-siente aburrido todo tiende a ser pueril, inconsistente, aburrido!!!

Quizá sea verdad que necesito ayuda; me lo han sugerido varios: que el psicoanálisis te haría bien, etc. (Tanto yo como la mayoría de quienes me sirven de interlocutores consideramos que esta aburrimiento crónico –viene de meses– es generado por cierto grado de depresión que alcanzó su clímax durante las fiestas de fin del año pasado, y la depresión, como todo ser inteligente sabe, sólo es tratable a través del psicoanálisis y, finalmente, de los psicofármacos…). Pero ignoro de qué modo estrafalario podría ayudarme con mi aburrimiento-depresión alguien desconocido a quien, a priori, considero más ignorante y estúpido que yo (a lo largo y ancho de este blog podrás hallar referencias veladas y/o explícitas a la ignorancia de los analistas y a la estupidez de la psicología). Además, me aburre la sola especulación de concurrir semanalmente a un psi!!!

Por ende, no sé qué carajo hacer. Sólo me aburro y me dejo aburrir. Las cosas se suceden para aburrirme! Si tan siquiera se me ocurriera alguna idea genial para desarrollar (ver la última: De Palitos, Evangelinas y Deanes) mi vida tendría un sentido; haría un aporte a la humanidad y ello me dejaría bastante satisfecho, al menos por un rato.

Supongo ahora, tras escribir el párrafo anterior, que el aburrimiento tiene que ver, al menos tangencialmente, con la insatisfacción (algún psicólogo/a que diga algo!!! Je je je). Estimo, siguiendo esa línea de pensamiento, que el estar satisfecho con uno mismo provoca que uno se sobreestime (o se estime en su justa medida, no a menos); entonces le escapa a la depresión y, consecuentemente, al aburrimiento (en este punto coadyuvan dos líneas que pensamiento, a saber: 1) que la depresión viene a cuenta de la insatisfacción, y 2) que el aburrimiento es producto de la depresión).

Pero una cosa se retroalimenta de la otra: ¿dónde cuernos hallar algo o alguien que me satisfaga…?

El otro día, sentado a una mesa de café, planteé a amigos-conocidos lo siguiente: que uno de mis mayores temores-terrores consistía en no volver a enamorarme. Que esa ausencia de esperanza amorosa –permítaseme llamarla así– era uno de mis mayores pesares, sino el mayor de todos. Que en la ausencia del objeto amado (por cierta e inexplicable imposibilidad de amar) radicaba o, mejor dicho, radica el vacío existencial (¡qué horror eso de “vacío existencial”!) del que surge la pereza intelectual y emocional (he dicho ya en otras entradas) que me lleva, indefectiblemente, al aburrimiento. (La verdad es que, en dicha mesa, no hablé ni de vacío intelectual ni de pereza; simplemente de mi miedo a no volver a amar, con alguna referencia descolgada al aburrimiento).
Y acá vale una aclaración, por las dudas: mi temor no tiene que ver con no volver a ser amado –lo cual admito como factible: tanto no ser amado como serlo–, sino con que yo no ame. Esto es muy importante, pues hay personas, muchas personas a quienes obsesiona el primer término de la ecuación, mientas que a mí me pasa lo contrario; es decir, no me preocupa ser amado sino amar.

Amar es el motor de la vida. (Valga otra aclaración: no hablo de amar, por ejemplo, a los hijos, como en efecto los amo; sino del amor sexual –definámoslo así–). Amar a una mujer (o a un hombre), amar a otra persona unívocamente, desearla y anhelarla como no se desea ni anhela otra cosa, es el más maravilloso sentimiento que el ser humano puede experimentar. Esa ansia perfecta, inmaculada, rayana en la locura más hermosa, es la que nos hace saber cotidianamente cuan humanos somos, cuan personas somos, pues sólo ella nos hace conocer las cúspides de la felicidad y del dolor. El objeto amado (hombre/mujer) nos define como tales: hombres y mujeres. VIVIMOS (así, todo con mayúsculas) solamente cuando amamos de ese modo aparentemente insano; por interpósita persona, a través del ser amado.Mas cuando ello no ocurre o, peor aún, cuando la posibilidad de que ocurra parece lejana, virtualmente imposible, la vida carece se sentido. Cuando nada tiene sentido, todo es aburrido. Y el círculo se cierra.

miércoles, enero 02, 2008

Tesis: de Palitos, Evangelinas y Deanes

Bajo la ducha y con el estómago medio revuelto, descubrí que la humanidad se divide en tres tipos esenciales de individuos: los Palitos Ortegas, las Evangelinas Salazares y los Deanes Reanes (*).
La tesis viene a colación a partir de una noche de borrachera y de re-enamoramiento furtivo (pasajero, propiamente) y al consecuente y desesperado intento por discernir la naturaleza del amor no correspondido, las vicisitudes que desembocan en él y las penosas consecuencias que desencadena; por ejemplo, esta terrible madrugada que pasé.
Paso a enunciar: una media parte de los hombres se creen enamorados de la totalidad de cándidas mujeres que en cierta medida responden a ese amor pero que finalmente rumbearán para el lado de la otra media parte de los hombres, infinitamente más bellos, seductores, inteligentes, ricos y simpáticos que los primeros.
Los simples Palitos de barrio nos solazamos (vaya desde aquí mi confesión identitaria) en nuestro amor mientras dura, aún sabiendo que llegará el temido (¿esperado?) momento en que las Evangelinas nos abandonarán por (¿falsos?) galanes llegados subrepticiamente de barrios paradisíacos pero desconocidos. Ellas, creídas tales (criaturas angelicales) aún cuando esperpentos, se conforman con aquel sucedáneo amoroso mientras elucubran la perspectiva fatal de la huída con el príncipe azul que vendrá a rescatarlas del ostracismo barrial montados en deportivos convertibles. Y éstos (los Deanes), sofisticados y hermosos, han nacido, se han criado y han crecido con el exclusivo propósito de robar el único tesoro que los primeros rozarán en sus vidas.
Como la naturaleza de las cosas tiende a nivelarse, convengamos también que hay Evangelinas condenadas a permanecer y marchitarse en brazos de Palitos debido a ciertas Palitos (llamémoslas Palitas) que se atraviesan en el camino y bloquean el paso de algunos Deanes medio desorientados, medio Palitos, con lo cual impiden la concreción sumaria de su destino. Los Palitos sedentarios, agradecidos.
Todo, no obstante, se desarrolla sobre la base de supuestos: los primeros creen ser Palitos, las segundas creen ser Evangelinas y los terceros creen ser Deanes. Incluso los primeros están convencidos de que las segundas y los terceros son lo que creen ser; las segundas ni duda tienen que los primeros y terceros se definen de tal modo, y éstos se alegran de que el asunto así sea.
Porque las Evangelinas, a veces tardíamente, descubren que los terceros no son tales sino estalinistas refinados, bravucones simpáticos, cantores que desafinan. Porque los Deanes ven, siempre tardíamente, cómo sus dulces, rubios y nacarados ángeles se transforman paulatinamente en luciferes agrios y descangayados. Y porque los Palitos en ocasiones somos Deanes, en otras Evangelinas, pero regularmente Palitos, es decir: muchachos de barrio sin presente, pasado ni futuro, envueltos para siempre en la añoranza de lo que pudo haber sido, condenados por la eternidad a lamentar privada o públicamente esta hipótesis con cartas sin destino, rimados y dolorosos poemas, canciones vulgares, tratados filosóficos lamentables, novelas y cuentos mediocres, blogs...
El tango, por cierto, viene a corroborar soberanamente esta tesis. Como dije ya en alguna otra entrada de este blog –y han dicho otros mejor que yo–, la música, la poesía, la literatura, el arte, tienen su núcleo en los vaivenes y desventuras de la crisis humana que desencadena la mencionada trilogía de tipos. Más todavía: el motor de la historia, pues, no es la lucha de clases sino la que surge del entrevero de Palitos, Evangelinas y Deanes (**).
Este es, entonces, mi (único y barato) aporte a la baratura de la psicología: llamará a las consecuencias del primero “síndrome Palito”, a las del segundo “síndrome Evangelina” y a las del tercero “síndrome Dean”. Con esta base, con mayor alegría y prestancia, podrá abordar los padeceres (los de sus pacientes-clientes Palitos Ortegas y, en menor medida, Evangelinas Salazaras y Deanes Reanes) que surgen de la premisa inicial, sobre todo de las penosas consecuencias individuales y sociales que acarrea el amor no correspondido.
Aunque vale también la siguiente y lapidaria advertencia a aquellos profesionales subyugados con la vana pretensión de “curarnos”: ojo al piojo, que sin Palitos no habrá poesía.


(*) Descubrimiento colateral: hoy por hoy, ahora por ahora (confesando que estoy algo confundido con esto del “adelantamiento” horario: estaba convencido que este domingo tendría una hora más y no una menos), debo señalar que ‘Mi primera novia’ es la película más humana, vital, realista, sensible y patética que se ha filmado. De pibe, lloraba como loco al verla mientras yo también me enamoraba perdidamente de Evangelina, y la simpatía que me producía Palito y el desprecio que me generaba Dean eran tan intensos como, más tarde, fue a la inversa. De aquella Evangelina, obviamente y a pesar de todo, sigue enamorado el pibe que fui.
(**) Supongo necesaria una aclaración: ni todos los Palitos ni todas Evangelinas ni todos los Deanes son y/o se creen enteramente Palitos, Evangelinas o Deanes. Como quien diría y se mencionó por ahí, hay Palitos con ínfulas de Deanes o Evangelinas; verdaderos Deanes “con alma” de Palitos, y angelicales Evangelinas que se menosprecian como Palitos. Lo que parece difícil, a priori y sin mayores explicaciones, es que existan Evangelinas cual Deanes y viceversa; o son éstos, los pocos que puede haber, justamente, la carne de diván a la que hago alusión en el penúltimo párrafo.