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martes, agosto 01, 2006

A un año del fallecimiento de Julio Nudler

Por estos días se cumple el primer aniversario del fallecimiento del periodista argentino Julio Nudler. El cáncer, la censura y la proscripción a la que los sometieron el gobierno de Kirchner, empresas como Página 12 y cagatintas a sueldo como Verbitzky, terminaron con su vida. Julio fue uno de los periodistas independientes más honestos y capaces que ha dado este país. Vaya pues mi recuerdo con una nota necrológica escrita a pocos días de su merte, el año pasado, por alguien que lo conoció y supo valorar en su justa medida cuanto Nudler significó en su vida y en nuestra profesión:
JULIO NUDLER
El miércoles pasado murió, a los 64 años, el periodista Julio Nudler. Nudler no era un revolucionario sino un demócrata convencido. No batallaba contra el capitalismo, pero era un crítico severo de las consecuencias de un sistema en descomposición que da cuenta de ello todos los días. Julio no toleraba nada que considerara una injusticia.
Fue crítico severo de distintas manifestaciones de la corruptela oficial aunque simpatizara con el gobierno, como sucedía con el actual. Y crítico también de los entramados que vinculan a los funcionarios con empresarios que viven del Estado.
Era, por esa razón, un tipo molesto para unos y para otros. Esto también lo hacía molesto para los dueños de los medios de prensa en los cuales trabajaba.
El último gran ataque contra él provino de la patronal oficialista y chupamedias de Página/12. Le censuraron un artículo donde denunciaba – con pruebas – que el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, es un corrupto. Pero antes le habían quitado la jefatura de la sección Economía y luego lo enviaron al ostracismo, previa nota infame del gran infame Horacio Verbitsky, quien dijo que Julio escribió la nota censurada "por rencor", ya que había "contraído cáncer pasivo en la redacción del diario".
El ataque anterior fue de la patronal de Clarín. Pero por otra de las facetas de Julio, que asumía como propio todo aquello que consideraba justo. Es que aunque no formó parte de su vida la actividad sindical, no dudó cuando los compañeros de Clarín le pidieron que presidiera una asamblea en momentos en que en el diario no había delegados. Pese a ser un periodista destacado y con muchos años en Clarín, la patronal no dudó y Julio fue a parar a la calle. Quizá recuperó entonces la experiencia de cuando, como joven estudiante, militaba en una agrupación reformista en la Facultad de Ciencias Económicas.
Cuando se instaló la última dictadura, Julio no pudo soportar la represión y la militarización del país y se fue a España, aunque su situación personal no peligraba.
Culto, periodista agudo, interesado por todo lo que lo rodeara, escribió, por placer, desde una guía turística de un pueblo español de cinco manzanas, hasta un libro sobre los judíos y el tango. Pero, y fundamentalmente, era un quijote íntegro y severo al que, en lugar de los molinos de viento, lo golpearon directamente los reyes.
Nelson
(extraída de Prensa Obrera)
Casi un año antes, un artículo de Nudler había sido censurado por el "boletín oficial" Página 12, a expensas del "comisario político" Horacio Verbitzky, según como lo calificara el propio Nudler. Aunque la patronal kirchnerista encabezada por Tiffenberg, negó que hubiera habido un acto de censura, los trabajadores de Página emitieron inmediatamente el siguiente comunicado:
"Los trabajadores de Página 12, reunidos en asamblea, aprobamos por unanimidad el siguiente texto:
Buenos Aires, 27 de octubre de 2004
Como compañeros de Julio Nudler, quien desde hace más de catorce años escribe sus columnas y artículos en Página 12, reivindicamos su derecho a informar y repudiamos el contenido del editorial aparecido hoy en el diario, con la firma de su director, Ernesto Tiffenberg. Consideramos redundante detenernos a señalar la honestidad profesional e intelectual de Nudler, quien tiene una impecable trayectoria y que, como muy pocos, ha alcanzado un indiscutido prestigio entre sus colegas y lectores. Por lo tanto resultan inaceptables las maliciosas imputaciones que se le formularon desde la dirección periodística que le confió durante largos años la jefatura del área de Economía y que luego dejó en sus manos los panoramas semanales de esa sección. Es un disparate suponer que tamaña responsabilidad hubiera sido delegada en alguien que tuviese la más mínima relación con el texto agraviante difundido en la edición de hoy. Como compañeros de trabajo de tantos años nos sentimos orgullosos de la actitud asumida por Julio Nudler ante un acto de censura que nos lesiona como periodistas y que hace peligrar la relación de confianza establecida con los lectores desde hace 17 años. La nota censurada denunciaba graves actos de corrupción que involucran a altos funcionarios del actual gobierno nacional. Además, lo sucedido no es un hecho aislado sino que forma parte de una sucesión de episodios similares. Contra lo que se pretende insinuar en el editorial, decimos que la rigurosidad con que Julio Nudler trata la información es la única manera de respetar y sostener la credibilidad del medio en el que desarrollamos nuestra tarea. Ante una situación de tamaña gravedad, exigimos un inmediato pronunciamiento de las organizaciones que dicen defender el derecho a la información y a la libertad de prensa."
Nudler explicó la situación en la siguiente carta publicada en La Vaca:
Amigos:
Hoy sábado no aparece en Página 12 mi Panorama Económico porque la nota fue levantada anoche por el director. Su texto denunciaba la designación de Claudio Moroni al frente de la Sindicatura General de la Nación como un acto de grave corrupción, y abundaba en datos sobre la siniestra trayectoria de Moroni, títere del no menos corrupto jefe de Gabinete, Alberto Fernández.
Personalmente (no en tanto periodista) apoyo diversos aspectos de la política de este gobierno, pero veo que su corrupción va en aumento (la designación de Martín Pérez Redrado y Miguel Pesce al frente del Banco Central ha sido otro hecho muy preocupante, además de las exacciones que cometen a diario los ministerios de Roberto Lavagna y Julio De Vido, con total impunidad).
Mi punto de vista es que debe rechazarse de plano el "roban pero hacen". Aunque hagan, si roban deben ser investigados, juzgados y condenados, según el criterio de jueces independientes.
En este contexto, no es casual que tanto Duhalde como Kirchner se hayan ocupado de inutilizar a los organismos de control, como ocurre con la Sigen y con la Auditoría General de la Nación.
Pienso que la única manera de salvar a este gobierno y prevenir otra etapa desgraciada es impedir por todos los medios que siga hundiéndose en la corrupción, como ya es manifiesto.
Los fraudes cometidos por Fernández/Moroni son alevosos, y ya puede imaginarse para qué se designa a un delincuente al frente de la Sigen, donde por otro lado permanece la mujer de De Vido, carente de toda idoneidad. La sensación de impunidad de los funcionarios no parece haber menguado. Creo que impedir la publicación de mi nota dista de ser un gesto de apoyo a las políticas valiosas de este gobierno, sino un acto de irresponsable complicidad con los factores que, tarde o temprano, determinarán su hundimiento.
Personalmente no haré sin embargo campaña alguna de denuncia contra Página 12 por este episodio -el más extremo aunque no el primero en esta deplorable tendencia- ni daré ninguna entrevista a nadie para hablar de este asunto.
Así como no quiero perjudicar a este gobierno sino evitar, con mi modesto aporte, que se suicide tampoco quiero afectar al diario, que también se está suicidando. Sé que en otros diarios gozaría de mucha menos libertad. Pero rechazo de plano la censura también éste. No le adjudico al director ni a nadie el derecho a censurar mis notas, aunque él lo haga cada tanto y yo no pueda evitarlo, y no pienso negociar nada al respecto. Me niego a convenir regla de juego alguna. La única es el ejercicio responsable de una plena libertad de expresión.
Sí creo, por el contrario, que es mi deber y el de todo periodista honesto denunciar sin rodeos los crecientes actos de corrupción del gobierno de Néstor Kirchner.
Aspiramos a una democracia republicana, en la que los servidores públicos rinden cuenta de sus actos.
Julio Nudler
Luego, el periodista replicó duramente las excusas miserables que Verbitzky publicó en Página 12, ante el escándalo que generó el repudiable y criminal acto de censura, que incluso hizo estallar la asociación Periodistas:
LA ULTIMA CARTA PÚBLICA DE JULIO NUDLER

La extensa nota del comisario político Horacio Verbitsky en la edición dominical de Página/12 confirma, lamentablemente, su degradación moral, ya tal vez sin redención posible. ¡Demasiados años de enjuagar ropa sucia y publicar aguas servidas! Pudiendo ser un buen periodista, incluso brillante, él optó por la permanente manipulación política, en el peor sentido. Hace mucho que engaña desaprensivamente a sus lectores si con ello cree beneficiar a alguien por quien aboga, nunca trasluciendo sus verdaderos móviles. En función de no sé cuáles operaciones políticas, asume ahora el papel de defensor de dos personajes siniestros, en este caso Alberto Fernández (jefe de Gabinete) y Claudio Moroni (Síndico General de la Nación), secuaces el uno del otro. El único en no enterarse de la clase de corruptos que son estos personajes es Verbitsky. Ellos han manejado el sector Seguros –de cuya operatoria Verbitsky no entiende una jota– durante casi todo el menemismo, régimen que Verbitsky denunció como absolutamente corrupto. Pero ahora nos dice que Fernández y Moroni, dos de los grandes sirvientes de Menem en el manejo de un sector donde se mueve muchísima plata, obraron honestísimamente. ¿Cómo, entonces no estaba todo podrido con Menem? Hace poco, Verbitsky ensalzó con frenesí a Martín Pérez Redrado, con elogios que convirtieron al propio Verbitsky en el hazmerreír del país, que ya no se engaña sobre sus piruetas mentales y verbales. Una vez más, el único en desconocer la laya de Pérez Redrado es Verbitsky, repentinamente seducido por el golden boy, uno de los paradigmáticos representantes del menemismo. Alguien denunciado incluso por Amalia Fortabat como coimero, y apañador de los Macri en una estafa a pequeños inversores por 34 millones de dólares, según comprobación de la Comisión Nacional de Valores, ahora es una suerte de Che Guevara del antineoliberalismo porque consagra sus afanes al gobierno actual, con el que Verbitsky ha sellado un extraño pacto de obscena adhesión. A Verbitsky las pequeñas cuestiones de la honradez y la hombría de bien no le interesan: si el presidente Kirchner designa a Moroni y a Pérez Redrado, éstos adquieren por ese solo hecho patente de impolutos y héroes de la nueva era política. Lo cierto es, sin embargo, que si alguna brizna de credibilidad le quedaba aún prendida a la ropa, a Verbitsky se le ha volado definitivamente. Se recordará también, entre tantas posiciones asombrosas de Verbitsky en el pasado, su alineamiento absoluto con Fernando de la Rúa a mediados de los ’90.Cambiando de tema, pocos días atrás implosionó bochornosamente la Agrupación Periodistas, que él fundó, pero Verbitsky no le dedica una línea a la cuestión en su largo sermón dominical. El vuelve a afirmar que la no publicación de mi columna no fue un acto de censura, callando adrede lo que sabe muy bien: que esas mismas denuncias, en notas pormenorizadas, habían sido publicadas por mí en Página/12 años ha, sin suscitar querella alguna por parte de Fernández ni de Moroni por una sencilla razón: las denuncias contra ellos son aplastantes, salvo para el candoroso Verbitsky. Ellos lo saben demasiado bien, y tienen miedo porque si en este país se restablece la Justicia, irán presos. Es por eso también que mi situación de censurado ha experimentado un ascenso: ahora soy un proscripto. No sólo se tiró a la basura una nota mía: luego se me despojó de la columna y de todo otro espacio desde el que pudiera volver a denunciar la corrupción del gobierno de Kirchner. De esto Verbitsky tampoco dice nada, pero sí opta por publicar mi vieja columna, que ya todo el mundo conoce sobradamente gracias a Internet, convirtiéndose él en una especie de Verbitsky/12 de segunda mano.¡Gracias, compañero Horacio, por tu compromiso inquebrantable con la libertad de expresión! ¿Cómo puede la politiquería conducir a tanta enajenación mental? Mientras tanto, Verbitsky refiere sus fallidos encuentros con la cúpula gerencial y periodística de Página/12 en términos irreproducibles, concluyendo que son personas con las que es imposible todo diálogo. Pero como para que no queden dudas sobre su bajeza, afirma que mi denuncia "fue un conmovedor grito de desesperación y despedida", extendiéndome así el certificado de defunción debido al cáncer que padezco. Sin embargo, y por sugerencia suya, yo acababa de tomar un turno con su esposa, la doctora Müller, homeópata, que él me recomendó – en la misma visita que le hice el jueves a pedido suyo– para mejorar mi estado general y moderar cualquier efecto colateral de la quimioterapia.Por precaución, y sin que esto implique juicio alguno respecto de la idoneidad y la conducta profesional de la facultativa, acabo de cancelar el turno. Tuve la fantasía de que era Horacio Verbitsky quien me prescribía las drogas, y me sobresalté.
Julio Nudler
Acá va, pues, el artículo de Julio Nudler nunca publicado por Página 12 que probó, entre otras cosas, que los millones siguen comprando conciencias (la de Verbitzky).
DE TÍTERES Y TITIRITEROS

Para la congoja causada por la reciente muerte del salteño Roberto Guzmán hay ahora un triste consuelo: al menos no alcanzó a enterarse del nombramiento de Claudio Moroni al frente de la Sindicatura General de la Nación, un hecho quizá más escandaloso aun que la designación de Martín Pérez Redrado al frente del Banco Central y de Miguel Pesce en la vicepresidencia. Guzmán, autor del memorable libro "Saqueo asegurado", fue entre 1994 y 1996 liquidador del Instituto Nacional de Reaseguros, enfrentándose desde ese cargo con uno de los sectores más corruptos de la Argentina: el del seguro. Pero Guzmán -nombrado por Domingo Cavallo, que gradualmente pasó a arrepentirse de haber elegido a una persona tan decente e insobornable- no debió lidiar sólo contra los aseguradores privados, que pretendían tener acreencias contra el iNdER por unos 2000 millones de pesos/dólares, sino también contra el tándem que conducía la Superintendencia de Seguros de la Nación: Alberto Fernández y su incondicional y apolítico Moroni. Ellos presionaban para que el IndER "reconociera" una deuda de casi 1200 millones con el sector, cuando Guzmán (que denominaba a ese delirio "un cut off a la criolla") demostró fehacientemente que el pasivo a lo sumo llegaba a 500 millones. Frustró así uno de los mayores robos contra el Estado. Persona bien educada al fin, cuando debió dejar su cargo en diciembre de 1995, el actual Jefe de Gabinete del presidente Kirchner se cruzó hasta el Instituto a presentar sus saludos, declarando en ese momento que, luego de haber conducido la SSN desde la asunción de Carlos Menem, pensaba dedicarse a la política.
En ese cometido lo ayudó Alberto Iribarne, patrón del Justicialismo porteño. En 1999 Fernández, gracias a su estrecha vinculación con las aseguradoras, la mitad de las cuales pertenecían a bancos, pudo ocuparse de la financiación de la campaña del hincha del Taladro. Iribarne fue, precisamente, quien cumplió, desde la llegada de Eduardo Duhalde a la Presidencia, la encomendada tarea de inutilizar la Sigen, peculiar misión en la que luego le sería de gran provecho la designación como Síndica General Adjunta de Alessandra Minnicelli, esposa de Julio De Vido y persona que, según opinión generalizada en el organismo de contralor, ni siquiera conoce lo mínimo como para serle útil a su marido el ministro. Pocas semanas atrás, Página/12 constató que en la página de Internet de la Sindicatura el currículum de la señora seguía "en preparación", luego de meses y meses. ¿Pero es que ni siquiera había presentado su CV para ser designada?
Tras la nota de este diario, alguien se apresuró a subir al sitio los magros antecedentes de la dama. Aunque estos despropósitos, absolutamente impropios de una república, en la que se supone que los servidores públicos deben rendir cuentas, provoquen melancólicas sonrisas, en realidad involucran hechos gravísimos. El bochornoso caso de la cónyuge de De Vido no es la excepción. A ella le asignaron como responsabilidad de síndica el Pami. La consecuencia de su intervención, junto con la escasa solvencia técnica de Graciela Ocaña -porque en estas cuestiones la honestidad es condición necesaria pero no suficiente-, han conducido a que debiera anularse la licitación para la compra de medicamentos para los jubilados. Los experimentados técnicos de la Sigen, hoy completamente desmoralizados al ver que todo sigue igual o peor, les advirtieron, ya ocho meses atrás, que la licitación era un método absolutamente inapropiado para esa finalidad, pero las señoras no les hicieron caso.
Los resultados están a la vista.
La cuestión es obvia: fuera del conjunto de la industria, representada por las cámaras que la agrupan, no existe quien pueda garantizar la provisión en un día, en cualquier rincón de la Argentina, de un medicamento a determinar, que a un médico se le ocurra prescribirle de pronto a un anciano, el Enalapril para la presión, por ejemplo, y que difícilmente el afiliado acepte ver sustituido por otra marca.
Consiguientemente, en medicamentos de uso general se presentó una sola oferta: la del conjunto de las cámaras. En oncológicos ocurrió lo propio, aunque con una segunda oferta de la droguería San Javier, pero que no garantizada el abastecimiento en 24 horas. Por tanto, la licitación se cayó, perdiéndose así la oportunidad de conseguir que los afiliados paguen menos por sus medicinas, ya que ellos abonan en promedio el 50 por ciento. En una palabra: la irresponsable designación de Minnicelli, inepta para el cargo, terminan pagándola los jubilados.
¿El presidente Kirchner seguirá ignorando el clamor por su destitución y la necesidad de elegir a los funcionarios por su solvencia y no por razones espurias? Los hechos protagonizados por Moroni en la SSN en sus dos gestiones como titular (la inicial sucediendo a Fernández, antes de ser a su vez desplazado en febrero de 1998 por Daniel Di Nucci, hombre del Grupo Juncal, perteneciente a la Banca Nazionale del Lavoro, con rol protagónico del sindicalista combativo Armando Cavalieri; la segunda, por obra y gracia de Duhalde, con obvia influencia entre bambalinas de Fernández) son de una gravedad poco usual. El diseñó, por ejemplo, un sistema que desamparó totalmente a los pasajeros de medios de transporte. Es, por citar sólo un caso, el fraude que sufrieron los deudos de los nueve estudiantes muertos el 27 de diciembre de 1996 cuando el micro en que viajaban a Bariloche chocó con un camión en el partido de Laprida. Hubo también muchos heridos, algunos graves, que tampoco vieron un peso. Ello pese a que El Rápido Argentino tenía contratado el seguro de rigor con La Uruguaya Argentina, LUA. Pero falta un detalle: mientras Moroni no tuvo cargo en la SSN, entre febrero de 1998 y marzo de 2002, fue sucesivamente asesor y directivo ¡de LUA, precisamente!
Esa compañía, que en realidad eran dos y ninguna, como corresponde a la engañosa arquitectura de un timo, fue utilizada por los hermanos Mario y Sergio Cirigliano, que a comienzos de los '90 sólo eran dueños de las líneas 61 y 62, para construir su imperio, abarcando en él Metrovías, TBA, Transporte Automotor Plaza, las líneas 36, 141 y 64, además, entre otras tenencias, del subte de Río de Janeiro. Moroni y Armando Canosa, ex secretario de Transporte, operaron desde el Estado para el progreso empresario de los Cirigliano.
¿Se mencionó antes a Daniel Di Nucci? Pues bien: su hermano Luis fue director comercial de LUA Seguros La Porteña. En verdad, a La Uruguaya Argentina la habían fundido, pero utilizaban la sigla LUA para confundir, haciendo creer que era la misma. Cuando el superintendente Juan Pablo Chevallier-Boutell decidió prohibir que LUA La Porteña siguiera emitiendo pólizas a pesar de su insolvencia, Duhalde (es decir, Fernández) lo echó para poner en su lugar a Moroni, que obviamente no halló nada malo en que se continuara estafando a los asegurados. Moroni fue quien convirtió al seguro obligatorio en un arma letal contra los transportistas chicos. A fines de 1997 implantó un régimen por el cual las pólizas que estaban forzados a contratar tendrían una franquicia de 40.000 pesos/dólares. En la práctica, esto implicaba que los colectiveros debían afrontar la gran mayoría de los siniestros, a pesar de estar asegurados. Incapaces de soportar el pago de las indemnizaciones, recibían préstamos de un sistema de mutuales armado por Moroni. Por ese medio les generaban deudas impagables, que desembocaban en su expropiación.
Fernández se encargó en su larga gestión al frente de la SSN de amparar el ocultamiento que muchas compañías hacían en sus balances de los juicios que tenían entablados en su contra por siniestros, ello para no tener que constituir las reservas de rigor. Protagonistas extremas de estas maniobras fueron las cooperativas Belgrano y Bernardino Rivadavia, que acaparaban el 70 por ciento de los seguros del transporte público de pasajeros. El hundimiento de la primera dejó colgados del pincel 20 mil juicios y otras tantas víctimas. Como los transportistas -que se creían asegurados- debieron hacer frente a las indemnizaciones, no pocos prefirieron quebrar. Pero los recursos de Moroni eran inagotables: en marzo de 1997 hizo que Menem, con algún argumento poderoso, firmase un inconcebible DNyU suspendiendo por 36 meses todas las ejecuciones de sentencias contra transportistas y aseguradoras, independientemente de su situación patrimonial. La mayoría automática de la Corte Suprema garantizaba estas aberraciones.
Ahora Moroni es el hombre que Kirchner y Fernández presentan a la sociedad como garantía de que la lucha contra la corrupción en el Gobierno es una alta prioridad. ¿Qué suponen acerca de la inteligencia de los argentinos? ¿Creen que este pueblo sigue aceptando el "roban pero hacen"? No: aunque hagan, si roban deben ir presos, hoy, mañana, cuando se los pueda condenar. ¿El títere controlará al titiritero? La Argentina sigue siendo un cambalache.
Julio Nudler