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sábado, septiembre 09, 2006

Grassi: el monje negro


La que sigue es la nota que escribí y salió publicada en el primer número (setiembre-octubre) de la revista Metrópolis Suburbana, creo que la mejor revista del oeste, anque de la provincia. Este primer número es una especie de número 0, así que no se vende; pero ya podés ir suscribiéndote para recibirla en tu casa desde el número dos y por seis ediciones a sólo 20 pesitos (pasé el chivo!!!). Te la recomiendo. Bueno, acá va:

El proceso judicial que se le sigue al cura Julio César Grassi por presunto abuso de menores ha ingresado en una nueva etapa: la Cámara de Apelaciones de Morón apartó el tribunal oral que llevaba adelante el proceso por «prejuzgamiento», pues los jueces adelantaron públicamente que no incluirían una pericia psiquiátrica realizada en Santa Cruz en el marco de una causa paralela, cuando ello no había sido solicitado formalmente.
El 29 de agosto, la Cámara designó a los jueces Luis Andueza, Mario Gómez y Jorge Carrera, integrantes del Tribunal Oral N° 1, como nuevos magistrados de la causa. Simultáneamente, el costoso equipo de abogados que defiende al cura (Adrián Maloneay, Andrea Novello, Laura Fecchino y Luis Osler) renunció a seguir representándolo sin que se conocieran las causas de tal decisión.
Más allá de las últimas novedades del caso no es, sin embargo, el futuro judicial de Grassi lo único que está en juego en este proceso que lleva casi cuatro años, desde 2002, cuando el programa Telenoche Investiga hiciera pública la denuncia de dos menores (conocidos como ‘Gabriel’ y ‘Ezequiel’) que aseguraron ante las cámaras haber sido abusados sexualmente por el cura o haber presenciado hechos de abuso, y que le significaran más tarde ser juzgado por seis cargos de abuso deshonesto, corrupción de menores y amenazas.
En realidad y aunque casi no se los nombre –salvo por los apologistas del cura–, alrededor del juicio está juego el destino de centenares de chicos de la calle e hijos de familias carenciadas que todavía permanecen, por ejemplo, en el Hogar Don Bosco, ubicado en la sede hurlinguense de la Fundación, donde están internados y para los cuales esa entidad es su único ‘hogar’, además de los muchos que sólo comen y estudian allí.
Muy pocos, durante todos estos años y hasta el momento, han puesto en tela de juicio el ‘sistema educativo’ imperante tras las altas y casi impenetrables paredes de cada uno de los hogares de la Fundación, donde alguien ha querido ver «una fábrica de retrasados mentales» antes que un medio de contención y educación para los cientos o miles de chicos y chicas que han pasado por sus ‘aulas’; o simplemente un reformatorio en el que reina la ley del más fuerte, muy lejos del Sheraton que Susana creyó vislumbrar en el predio de Gorriti al 3.100, en William Morris.
Para ello es necesario, primero: saber quién es Julio César Grassi y cómo alcanzó concretar sus ‘sueños’, y, segundo: conocer de qué se trata ese ‘experimento’ mientras sus administradores –con el cura a la cabeza, gobernando desde las sombras– giran el dinero que todavía les envía el Gobierno nacional (1,9 millones anuales hasta el año pasado y 300 mil pesos en lo que va de 2006, según diversas fuentes) al pago del renunciado equipo de letrados. Sólo el reducidor de autos y abogado Carlos Telleldín continúa como asesor ad honorem a partir de la relación que ambos conformaron desde que Grassi le prestara ayuda espiritual cuando aquel permaneciera preso por el caso AMIA.
Como contrapartida de ese giro de dineros, no se han abonado los salarios del personal durante los últimos siete meses y muchos profesionales médicos y psicólogos han renunciado por esta razón; ni pagan servicios como la energía eléctrica, generándose cortes de suministro por parte de Edenor, y escasea comida y demás insumos básicos para la subsistencia de los chicos.

LOS COMIENZOS Nacido el 14 de agosto de 1956 en Lomas de Zamora, le toca ser el tercero de los cinco hijos de un matrimonio de clase media-alta, cuyo sustento provenía de la pequeña fábrica que papá Tomás Osvaldo dirige. Bajo el influjo de su madre, Adelina Esther, abraza la fe católica y toma con tanta seriedad la caridad que desde pequeño sorprende a la familia llevando a casa a linyeras y mendicantes que encuentra al salir de misa, los domingos, en las escaleras de la iglesia.
En la adolescencia se une a la Acción Católica, donde realiza cursos que lo convierten en catequista. Así comienza su peregrinar por distintos barrios y localidades del sur del Gran Buenos Aires (Banfield, Lomas de Zamora, Lanús), donde se liga con chicos y adolescentes de su misma edad que habitan hogares y con los que avanza en su tarea pastoral, ya decidido a ingresar al seminario una vez concluída la escuela secundaria. Es al final de ese ciclo que, junto a un grupo de jóvenes conducidos por el fraile Horacio García, hace su primer viaje a El Calafate (Santa Cruz).
Con el título de bachiller, en 1974, ingresa al seminario de Ramos Mejía e inicia sus tareas sociales y pastorales que lo llevarán por todo el distrito de La Matanza. También hace sus primeras armas en el teatro, escribiendo y dirigiendo obras que pondrá en escena en todos los lugares que le tocó estar. Por esa misma época se dedica a recorrer las estaciones ferroviarias donde se relaciona con chicos de la calle que acerca al Instituto de Menores Sarmiento, en el que colabora asiduamente.
Es en el ’77, uno de los años más duros de la dictadura militar, cuando hace su ingreso a un mundo hasta entonces desconocido pero que terminará por fascinarlo: la televisión. El capellán policial Carlos Gardella lo invita a su programa en Canal 7 para dirigir tres unitarios protagonizados por alumnos de escuelas confesionales. Durante dos años colaborará con quien en 1967 había introducido en la Argentina las Aldeas Infantiles SOS.
Gardella es su gran inspiración: conocido por el gran público gracias a sus intervenciones en radio y televisión durante décadas, admirado por los monumentales festivales que organizaba en el Luna Park y en distintos puntos del país, todos ellos con fines solidarios, organizador local del modelo austríaco Aldeas Infantiles, capellán de la policía..., Grassi ve en él a quien emular si es que pretende alcanzar su gran sueño: alimentar a los desposeídos, como cuando chico, pero a gran escala.
De ahí a la santidad que le inspira Don Bosco, su santo preferido, le resta sólo un paso... en el lugar y momentos indicados.

EL EXPERIMENTO En 1986, un año antes de ordenarse sacerdote y tras un largo camino a través del cual gana experiencia pastoral y social, llevándolo por estudios de televisión y por los sitios más pobres del conurbano, funda el Hogarcito Don Bosco, en el Barrio Manzanares de La Matanza, para dar contención a cinco hermanos sin familia. Es el primero de los muchos pasos que dará a partir de ahí.
El otro lo será al año siguiente, ya ordenado sacerdote bajo el lema «padre de los que no tienen padre», cuando visita el Hogar La Casita, del sacerdote Elvio Mettone, en Paso del Rey, donde comienza a colaborar asiduamente. El asesinato de dos chicas en las cercanías del lugar y su denuncia de que grupos del culto umbanda son los responsables (la Justicia culpa a un ciruja que todo el mundo sabe inocente), causa que sea convocado desde distintos medios de difusión para dar su escandalosa versión de los hechos: ¡seres humanos sacrificados en misas satánicas!
Mauro Viale, por entonces con gran audiencia, le da cabida en sus programas para que se explaye sobre el tema, lo que le da una gran notoriedad entre las doñas Rosas habituadas a la novela de la tarde y a los escandaletes morbosos. Grassi ya adquirió experiencia en medios y explota sus ‘revelaciones’ en cuanta cámara o micrófono se le plante encima; sobre todo en la Oral Deportiva de José María Muñoz, donde es columnista, y desde su programa La Manga, que va en las madrugadas de Rivadavia.
Para ese momento, Grassi había abandonado la orden de los salesianos porque éstos lo habían enviado a Tierra del Fuego, lejos del mundanal ruido que tanto lo obnubilaba, y porque le exigían «más estudio y menos apostolado», cuando él quería «acciones concretas para terminar con el hambre». Con mucho dolor, pues el salesiano más famoso, Don Bosco, era su modelo a seguir.
Sin embargo, su refugio en La Casita terminó en 1992: los propios internos, en su mayoría adolescentes, pusieron a Grassi «de patitas en la calle» cuando descubrieron que pedía dinero por los medios de comunicación, supuestamente para el hogar, pero que no ‘rendía’ a Mettone. De viaje por Italia visitando a su familia y habiendo dejado a Grassi a cargo, Mettone debió regresar de inmediato porque en el hogar «había un quilombo de aquellos».
Grassi se fue para no volver, pero no con las manos vacías.

EL MENTOR Cabe a Juan Carlos Rousselot ser el mentor de Grassi. Es por intermediación del entonces concejal del PJ José ‘Pepe’ Fontana (fallecido en junio del año pasado), que el intendente lo nombra director del CEFAM, dependiente de la Municipalidad de Morón, donde el cura tiene su primera experiencia concreta al frente de una institución oficial de gran envergadura dedicada a la contención del niño: allí puede ser ejecutivo, con un presupuesto, pero que sin embargo no colma sus ansias. Por eso desde el edificio municipal ubicado sobre Gorriti, en Morris, Grassi ve los terrenos del IFONA (Instituto Forestal Nacional), ubicado diagonalmente enfrente, y sueña con levantar allí la obra de sus sueños y que lo colocarán a la diestra de su adorado Don Bosco.
Es Rousselot también quien, poco después, lleva a Grassi a la residencia de Olivos para que relate a Carlos Menem su faraónico plan filantrópico y solicitarle las tierras que considera «sin uso, abandonadas, inútiles». Al intendente no le importa sacrificar su también faraónico plan del ‘parque temático’ en el lugar, que incluiría zoológico de fauna autóctona (como el que Claudio Ciocci había instalado en terrenos alquilados al CEAMSE y que Grassi acosó hasta su cierre), reserva ecológica, hoteles y barrios privados. Tiene con él una relación de colaboración mutua: la aureola que el cura comienza a dibujar sobre su coronilla alcanza también al jefe comunal.
De este modo llega a entrevistarse con el entonces superministro Domingo Cavallo, que ya tenía referencias de él por Sonia, su esposa, y por Bernardo Neustadt; aunque muy simpático no le cayera el «curita», como lo llamarían varios personajes del menemismo. Es a él a quien Grassi le exhibe como suya la maqueta que había sustraído de La Casita antes de desaparecer de Paso del Rey; por supuesto, nadie puede saber que se trata de un proyecto de Mettone para ampliar su propio hogar.
Seguidamente le relata que, para concretar ‘su’ proyecto, sólo requiere de dos pequeñas ayudas del gobierno nacional: dinero y las tierras del IFONA donde plantar los cimientos. Es la persona justa y el momento justo: Cavallo no tiene problemas para regalarle los terrenos de un organismo público que, de todos modos, pensaba desmantelar, igual que muchos otros.

TIERRA Y MILLONES Grassi descubrió entonces que se encontraba en una situación de privilegio con el gobierno menemista y mientras estuviera a su alcance, no abandonaría esa llegada directa al poder. Los terrenos le fueron otorgados el 23 de diciembre de 1993 y varios millones de pesos-dólares al mismo tiempo (5 dicen algunas fuentes, 17 millones aseguran otras). En agosto del año siguiente organizó la inauguración oficial del hogar, con la presencia, entre otros jerarcas menemistas, del mismísimo Menem y su factotum Cavallo.
Tenía los terrenos, tenía los primeros edificios para exhibir, pero escasos chicos ‘recuperados’ para mostrar a personalidades y a la prensa; de manera que convocó al hoy ultra-kirchnerista Luis D’Elía, a quien conocía del aspirantado de Ramos Mejía y de su actividad en La Matanza, para que le trajera colectivos llenos de pibes de San Justo, donde el actual subsecretario de Vivienda de la Nación tenía ya su base territorial. Y así lo hizo. En su despacho, entre otros ‘trofeos’, Grassi aun conserva la instantánea tomada en la ocasión, en la que se lo ve rodeado por las caras sonrientes de Cavallo y D’Elía.
Así se inicia la danza de los millones que, como agua, comenzaron a correr en las cuentas de la Fundación desde el ámbito público como del privado. Dinero que destinaba básicamente a dos fines: el primero, la construcción de edificios que servían para mostrar e impresionar a invitados, aportistas, funcionarios y vecinos (incluso al entonces obispo Justo Laguna, cuya vivienda estaba enfrente).
El segundo, para pagar salarios del personal necesario para mantener y hacer funcionar semejante infraestructura, más allá de las necesidades concretas por cantidad y calidad de chicos (decía que tenía 6 mil, pero nunca llegaron a la sexta parte), a los que ‘recolectaba’ en el lugar donde estuvieran con sus ‘operadores de la calle’: «El Equipo Móvil San Roque diariamente recorre estaciones de tren, viaja en los subtes y los trenes de Buenos Aires rescatando chicos de la calle. Los mismos son ayudados a reintegrarse en su grupo familiar. De no ser posible el ‘volver a casa’ se los ayuda a resolver las situaciones que los llevan a mendigar, robar o trabajar precozmente para bien de ellos», según el sitio web de la Fundación.

ESTABLISHMENT Con el continuo flujo de los millones, la construcción de edificios en el Hogar Don Bosco, sede de la Fundación, así como en los otros hogares de Capital y GBA, continuaban sin cesar. Pero respondían a la lógica del período: al mejor estilo, por ejemplo, de los hospitales que como cascarones vacíos solían inaugurar Menem y Eduardo Duhalde, en los que sobraba mampostería pero faltaba aparatología y personal.
Es la época de las escuelas-shopping, de las privatización de las cárceles, de la salud y de la educación. Grassi encarnó en el período –o el período encarnó en él– y coincidió con sus promotores en la línea estratégica del momento: la privatización de todo, incluso de la ayuda social para una Nación que ofrecía clientes a montones, millones de desocupados y hambreados por una política económica que apuntaba directamente a la destrucción de la riqueza nacional merced al lucro privado. Por eso estableció con Menem, con Cavallo y con el empresariado, una relación simbiótica.
Grassi se ligó a establishment y éste con Grassi y al vertiginoso crecimiento de su Fundación: Alfredo Yabrán, Franco y Mauricio Macri, Susana Giménez, Raúl Portal, Rodolfo Galimberti, Jorge Born, Jorge Corcho Rodríguez, Neustadt, Julio Ramos, Mariano Grondona, Piero, Zulema Yoma y Zulemita Menem, Rousselot, Cecilia Bolocco, Alejandro Röemmers, Santiago Soldati, Cristiano Ratazzi, Carlos Ruckauf, Aníbal Ibarra, José Ranero Díaz (Repsol-YPF), Diego Santilli, José Röhm, Daniel Hadad, Enrique Götz, Gerardo Sofovich, Raúl Primatesta, Samuel ‘Chiche’ Gelblung, Baby Etchecopar, Viale, Eduardo y Chiche Duhalde, Tito Lectoure, Jorge Fontevecchia, Mario Cirigliano (TBA), Alfredo Coto, Héctor Lombardo, Fernando De la Rúa, Pérez Companc... La lista podría ser interminable.
Todo comenzó a resquebrajarse cuando, en 2001 y por orden directa del Vaticano, Laguna propició la renuncia de Grassi como presidente de la Fundación para reducir su tarea a la de «director espiritual», debido al escándalo generado por la sospecha de «delitos económicos» denunciados en los tribunales moronenses, que lo involucraban. Además, Menem estaba preso, Grassi lo había visitado para darle «apoyo espitual» y gobernaba la Alianza UCR-Frepaso, con la que el entonces obispo de Morón comulgaba sin reparos.
Luego llegarían los escándalos –económicos y de los otros– que ni doña Rosa pudo ignorar.

PADELAI ¿Y los chicos? ¿Qué pasaba con los internos y pibes que concurrían al hogar a comer y/o estudiar? Para muchos observadores, el ‘sistema’ que impera en la Fundación es el del desaparecido Padelai (Patronato de la Infancia): el asilo represivo destinado a retener a los chicos que no se insertan en la sociedad –porque no pueden o no los dejan– más para protección de la sociedad que para la reinserción de las víctimas-potenciales victimarios. Para aggiornarlo, Grassi lo pintó con otro modelo para él conocido: las Aldeas Infantiles SOS.
La calidad de los personeros encargados de alcanzar ese estatus basta como ejemplo. Si bien el cura trazaba y traza las líneas generales de la Fundación, el encargado de aplicarlas en concreto era y es Juan Domingo Pérez, ex seminarista con quien Grassi había trabado amistad en Ramos Mejía, y policía exonerado de la Bonaerense, condenado por la Justicia a no poder acercarse a sus propios hijos debido al grado de violencia que sabía hacerles experimentar: a uno de ellos le había arrancado parte del cuero cabelludo en uno de esos virulentos raptos.
El médico pediatra y especialista en la problemática de la niñez Edis Buscarons fue coordinador del Hogar Don Bosco durante seis meses de 1996 y durante ese período alcanzó a advertir que «en el hogar había un ambiente de violencia y era palpable la represión. La única formación que tenían las personas encargadas del cuidado y educación de los chicos eran catequistas... Por eso las chicas no podían tener ningún contacto con los varones, porque ni siquiera se podía mencionar el tema sexual. Otro ejemplo es cuando se comentó que Grassi había sido amenazado y teníamos dos patrulleros policiales que daban vueltas día y noche por el hogar».
Otro ejemplo: «En la casa de los más chiquitos, que tenía paredes blancas y todo era blanco, no había ningún estímulo ni emoción para ellos; se formaban chicos internamente áridos, tristes. Además, cuando los chicos de hasta tres años se portaban mal, la mujer que estaba encargada de la casa los encerraba en el baño y no los dejaba salir», asegura Buscarons.
Pérez, en los hechos quien llevaba las riendas del hogar, fue quien contrató a un asistente social para controlar el estado de los chicos; de apellido Carballo. «Carballo, formado como asistente social también en la escuela de policía, planteaba que los chicos que estaban en el hogar ya eran delincuentes desde la panza de la madre; genéticamente delincuentes», señala. «El hogar no era más ni menos que una cárcel más digna».
El también profesor de la Universidad de Flores y ex vicepresidente de la Fundación Red Solidaria Azul y Blanca, dedicada a la problemática de la niñez, durante su permanencia en el Hogar Don Bosco formó el equipo psicopedagógico que «hizo un estudio sobre los chicos que primero pasaron por la casa de bebés y a los seis años fueron a la escuela, y descubrieron que estos chicos tenían problemas para la compresión y un retraso en la adquisición de las habilidades y capacidades con respecto a los que llegaban más grandes», relata. Por eso recalca: «Una vez dije que si poníamos a todos los chicos desde bebés en el hogar, esto se convertía en una fábrica de retrasados mentales». Luego, el equipo en pleno fue echado.
Otro ángulo que Grassi exhibe es la supuesta reinserción laboral de los internos, mostrando los panes y galletitas que salen de la panadería artesanal del hogar y la miel de sus colmenas, entre otros productos. La verdad es que el pan lo produce un panadero profesional y la miel es adquirida a granel a distintos apicultores para ser fraccionada con la etiqueta de la Fundación, como hecha por los chicos.
Los mismos chicos que son doblemente victimizados: marginados por la sociedad y ‘reeducados’ con sistemas como el de Julio César Grassi.
GUSTAVO H. MAYARES

En la revista hay un montón de data más sobre Grassi y su fundación. No es sólo porque sea mía, pero te la recomiendo sinceramente. Te podés suscribir con un mensaje a metro_sub@yahoo.com.ar por sólo $ 20 los seis números o, si sos de la zona oeste del GBA, podés comprar el número 2 (que sale el primer viernes de noviembrre) en los mejores kisocos, como quien dice.

1 Comentarios:

Blogger emilia said...

la pobreza, el individualismo, hacen posibles lugares como el hogar del padre grassi y tantos otros ahora y en la historia, distribuídos por todo el mundo.
no terminamos de construir una cultura que se haga cargo de formar y amar a sus crías........... qué triste!!!!!!! lo positivo es que cada generación le da a la especie gente que lucha por cambiar las cosas, lo negativo es que en cada generación también aparece la gente de mierda que hace lo posible para que nada cambie: los pobres son necesarios y cuanto más serviles, poco esclarecidos y esclavizados, mejor..............

julio 17, 2008 9:51 a. m.

 

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