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lunes, febrero 19, 2007

Dolina y la tentación de falsificarlo

No hay caso: leo a Dolina y siento la terrible tentación de parafrasearlo, copiarlo, adulterarlo, falsificarlo… María me prestó Crónicas del Ángel Gris y su lectura me inspiró para escribirle Un fantasma llamado María, cuya pretensión no es mayor que homenajear a una y a otro, a pesar de que la primera haya confesado que con el Negro –así lo llama– sería el único hombre vivo (descartemos a Cortázar) con quien me metería los cuernos sin culpa (1), y aunque el segundo genere en mí cierta envidia –llamémosla así– a veces inocente, a veces insana (2).
Ella, dicha tentación, me produce al mismo tiempo bronca (porque tengo la inicua pretensión de la originalidad), vergüenza (porque aborrezco del escarnio público si se me adjetiva como plagiario) y pudor intelectual (porque temo que lo mío parezca una vulgaridad comparado con el original). Sin embargo, con lo primero y lo tercero no puedo hacer nada (la pretensión es vana, incluso pueril, a esta altura de la historia, y la en mí la vulgaridad es irremediable, para todo) y con lo segundo ni Dolina ni sus lectores pueden hacer nada.
Tomando como cierta la teoría que advierte sobre que el Club de los Falsificadores ha alcanzado su objetivo último, a saber: falsificarlos todo, tenemos que Dolina es una falsificación de si mismo –no sabemos si ascendente o descendente–, las Crónicas… otra réplica de un libro similar y sus lectores plagios de otros lectores mejores o peores, no sabemos, si bien puede constarnos que los falsificadores y su club han realizado en general un trabajo ascendente.
Convengamos entonces que la futura Historia de la mitología hurlinguense no será más que una falsificación adulterada del original dolinesco, que son a su vez copias de otro libro y de otro autor llamados del mismo modo, y que éstos le deben todo, finalmente, a Macedonio Fernández y a los clásicos en general –copias de otros clásicos en un mundo que es copia de otro mundo y así sucesivamente (3). Aunque puedan llamarnos plagiarios, copiones, faltos de originalidad, etc., somos concientes pues y advertimos al mundo sobre la naturaleza del asunto: hablamos de una copia descendente (de otra copia, ya no sabemos si de Dolina o si de algunos de los Mayares que gozan y sufren en los infinitos mundos paralelos y laberínticos, que eventualmente se cruzan, como en el asunto de marras).


(1) María (alias la Negra) admira a Alejandro Dolina; se sabe enterita y de memoria Lo que me costó el amor de Laura y relata con orgullo algunas de las anécdotas que la unieron al Negro en las distintas oportunidades que fue a verlo y a oírlo al Tortoni; incluso exhibe con orgullo la dedicatoria que en una de esas ocasiones le escribió Dolina en el volumen pocket de las Crónicas… que llevó a esos efectos: “Negra: antes que el ángel levante vuelo…” seguida de la firma ininteligible del individuo admirado. Digamos que está profundamente fascinada con él y eso, de hecho, impide cualquier concreción del susodicho engaño, pues no hay mejor manera para desilusionarnos que conocer íntimamente al hombre o mujer que es objeto de nuestra fascinación. El inciso ‘Balada del amor imposible’ de las Crónicas…, refiere elípticamente a esta cuestión. Pero vale la pena aclarar que ella no ha dicho que Dolina es el único hombre con quien me engañaría, sino con quien lo haría sin culpa… De ese modo ha dejado abierta la puerta para sentir culpa con otros fulanos en cualquier momento.
(2) A fuerza de ser sincero, confieso que me siento más cerca de los Refutadores de Leyendas que de los Hombres Sensibles. Aunque dudo que el propio Dolina sea parte de estos últimos, hay coincidencia general sobre que lo es (y todas las chicas se enamoran-fascinan con los sensibles) y, en términos generales, los Refutadores sentimos envidia por aquellos individuos capaces de experimentar lo que nosotros no. Nada más por eso refutamos leyendas: porque somos incapaces de inspirarnos con ellas, porque no nos fue dada la sensibilidad para gozarlas. Somos como los pibes que en la playa no saben construir fastuosos castillos de arena y por eso se divierten destruyendo a patadas los ajenos. Incluso disfrutamos el desconsuelo de esos pequeños arquitectos de lo efímero.
(3) La realidad que creemos vivir –y nuestras copias– es en verdad una serie indefinida de universos yuxtapuestos o superpuestos, de los cuales no tenemos conciencia sino a través de nuestras copias, que tienen a su propio universo como único e indescifrable.

1 Comentarios:

Blogger María Negro said...

Te Quiero. Es dificil decir las cosas de otra forma aunque sea poco original. Lo cierto es que Te Quiero. Y es agradable saber que es mutuo

abril 04, 2007 5:25 p. m.

 

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