El sitio desde el que diré lo que tenga ganas, sobre lo que tengas ganas y cuando tenga ganas: literatura, política, artes, la vida y el mundo...

lunes, febrero 19, 2007

"Noticias" de ayer

De vez en vez, cuando me hago un ratito en medio del trabajo cotidiano, los libros, la música y las películas truchas de nula calidad técnica (*) que me deja ver la bendita PC, enciendo la tele y, como quien diría, me doy una panzada de Los Simpson, programas de chismes y algo de Gran Hermano (como ejercicio intelectual, es interesante saber que uno está pendiente de una aburrida estupidez y sin embargo no quitar los ojos de encima a esos chicos elegidos entre los más imbéciles que se deben haber presentado al casting).
Cuando todo ello acaba, más o menos a las 19 ó 20, según el canal, comienzan los noticieros. Como uno suele estar en pelotas con esos asuntos de actualidad (últimamente, entre el calor y estas semi-vacaciones que paso en casa, casi no leo diarios), me digo que es conveniente enterarme qué cuernos pasa en este mundo desequilibrado, descalabrado, donde las andanzas de Bush y sus compinches son moneda corriente, más allá de las goleadas de Boca y demás.
Y bien, hago zapping entre Telefé, Canal 13, el 9 y eventualmente el 7 (al 2 no llego ni a palos. Aclaración: no tengo cable y mi televisor de 14 pulgadas funciona apenas con una vieja antena portátil que no permite visualizar bien ningún canal), lo cual me alcanza para hacer un decálogo de descubrimientos personales –por llamarlos de un modo pomposo– que habitualmente me llenan de fastidio. A saber:
1) Que todos los canales pasan las mismas “noticias”.
2) Que éstas se reducen a no más de seis o siete, entre las cuales caben desfiles de modas y lanzamientos de clips de artistas como Luis Miguel.
3) Que las supuestas “noticias” se refieren mayormente a crímenes, asaltos en barrios cerrados (¡ni los ricos pueden vivir en paz!, se escandalizan los locutores de turno), choques en la ruta (y esto lo agrego yo: el conductor argentino es un asesino en potencia, un homicida reprimido) y, en general, cuestiones escabrosas o morbosas que sólo pueden interesar a los particulares damnificados, como quien dice.
4) Que cada una de estas “noticias” son estiradas hasta el paroxismo, con siete entradas del movilero/a desde el lugar del hecho, para que peatones eventuales nos cuenten pormenores del choque o vecinos comedidos nos relaten cómo se oían los gritos del occiso/a.
5) Que casi no se habla de política o economía más allá de felices anuncios gubernamentales.
6) Que es ínfimo o inexistente en espacio dedicado a las artes y a las ciencias. ¡Vaya novedad en la televisión!
7) Que el hambre y la desesperación de millones parecen no ser noticiables para los directores-productores de estos programas que ni siquiera entretienen.
8) Que el televidente-parámetro de estos “noticieros” es –según quienes los realizan– la típica Doña Rosa engendrada por Bernardo Neustadt.
9) Que todas las conductoras/es se parecen: para empezar, salen todos del mismo molde (ISER o COSAL); concurren al mismo profesor de vocalización; se peinan y maquillan en el mismo lugar; hacen canjes en las mismas butiques; imagino que usan idénticos desodorantes y perfumes.
10) Que las tandas publicitarias son más largas que los bloques del programa en si. ¿Tanta gente mira estos bodrios...?
Ojo, que algo peor me pasa al día siguiente, cuando enciendo la radio temprano y los Magdalenos de 6 a 9 repiten como loros, con obvias variantes (entrevistas telefónicas a presuntos testigos, a especialistas en el tema en cuestión, a funcionarios para que den sus excusas e incluso a familiares de víctimas y victimarios), esas presuntas “noticias” que la tele ha reproducido hasta el hartazgo el día anterior.
En fin, todo esto tampoco debe ser noticia o descubrimiento para nadie, en tanto y en cuanto alcanza con encender la tele para que cualquier persona más o menos inteligente haga dichos hallazgos. De modo que, querido lector-cibernauta, hacé tu propia lista y, si te place, añadila sin culpa ni cargo a la anterior. ¡Que te aproveche!


(*) Anoche vi Apocalypto, de Mel Gibson –que sugiero como rareza, interesante y entretenida– y antenoche Los infiltrados, de Martin Scorsese –que recomiendo sinceramente–. A todo esto, presumo que truchar películas de DVDs debe ser toda una industria local, de similar envergadura a la “legal” que, según dicen, paga derechos de autor y todo eso. Que continúen pagando en Yanquilandia, donde está el principal mercado y pueden abonar 10 ó 15 dólares por una copia legal. ¡Que se jodan ellos! Y aunque a veces acá, al sur del sur, me toquen copias pixeladas con sonido espantoso, subtitulados terribles o incompletos (creo que a esta cuestión en particular se debe que no haya entendido un cuerno de Casino Royale, la última de James Bond), versiones italianas de filmes japoneses, escenas en ruso..., mucho no me quejo en tanto y en cuanto las adquiero a 4 x 10 mangos, incluso con posibilidad de cambiarlas cuando el CD tiene algún defecto. ¡Una bagatela!