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miércoles, enero 02, 2008

Tesis: de Palitos, Evangelinas y Deanes

Bajo la ducha y con el estómago medio revuelto, descubrí que la humanidad se divide en tres tipos esenciales de individuos: los Palitos Ortegas, las Evangelinas Salazares y los Deanes Reanes (*).
La tesis viene a colación a partir de una noche de borrachera y de re-enamoramiento furtivo (pasajero, propiamente) y al consecuente y desesperado intento por discernir la naturaleza del amor no correspondido, las vicisitudes que desembocan en él y las penosas consecuencias que desencadena; por ejemplo, esta terrible madrugada que pasé.
Paso a enunciar: una media parte de los hombres se creen enamorados de la totalidad de cándidas mujeres que en cierta medida responden a ese amor pero que finalmente rumbearán para el lado de la otra media parte de los hombres, infinitamente más bellos, seductores, inteligentes, ricos y simpáticos que los primeros.
Los simples Palitos de barrio nos solazamos (vaya desde aquí mi confesión identitaria) en nuestro amor mientras dura, aún sabiendo que llegará el temido (¿esperado?) momento en que las Evangelinas nos abandonarán por (¿falsos?) galanes llegados subrepticiamente de barrios paradisíacos pero desconocidos. Ellas, creídas tales (criaturas angelicales) aún cuando esperpentos, se conforman con aquel sucedáneo amoroso mientras elucubran la perspectiva fatal de la huída con el príncipe azul que vendrá a rescatarlas del ostracismo barrial montados en deportivos convertibles. Y éstos (los Deanes), sofisticados y hermosos, han nacido, se han criado y han crecido con el exclusivo propósito de robar el único tesoro que los primeros rozarán en sus vidas.
Como la naturaleza de las cosas tiende a nivelarse, convengamos también que hay Evangelinas condenadas a permanecer y marchitarse en brazos de Palitos debido a ciertas Palitos (llamémoslas Palitas) que se atraviesan en el camino y bloquean el paso de algunos Deanes medio desorientados, medio Palitos, con lo cual impiden la concreción sumaria de su destino. Los Palitos sedentarios, agradecidos.
Todo, no obstante, se desarrolla sobre la base de supuestos: los primeros creen ser Palitos, las segundas creen ser Evangelinas y los terceros creen ser Deanes. Incluso los primeros están convencidos de que las segundas y los terceros son lo que creen ser; las segundas ni duda tienen que los primeros y terceros se definen de tal modo, y éstos se alegran de que el asunto así sea.
Porque las Evangelinas, a veces tardíamente, descubren que los terceros no son tales sino estalinistas refinados, bravucones simpáticos, cantores que desafinan. Porque los Deanes ven, siempre tardíamente, cómo sus dulces, rubios y nacarados ángeles se transforman paulatinamente en luciferes agrios y descangayados. Y porque los Palitos en ocasiones somos Deanes, en otras Evangelinas, pero regularmente Palitos, es decir: muchachos de barrio sin presente, pasado ni futuro, envueltos para siempre en la añoranza de lo que pudo haber sido, condenados por la eternidad a lamentar privada o públicamente esta hipótesis con cartas sin destino, rimados y dolorosos poemas, canciones vulgares, tratados filosóficos lamentables, novelas y cuentos mediocres, blogs...
El tango, por cierto, viene a corroborar soberanamente esta tesis. Como dije ya en alguna otra entrada de este blog –y han dicho otros mejor que yo–, la música, la poesía, la literatura, el arte, tienen su núcleo en los vaivenes y desventuras de la crisis humana que desencadena la mencionada trilogía de tipos. Más todavía: el motor de la historia, pues, no es la lucha de clases sino la que surge del entrevero de Palitos, Evangelinas y Deanes (**).
Este es, entonces, mi (único y barato) aporte a la baratura de la psicología: llamará a las consecuencias del primero “síndrome Palito”, a las del segundo “síndrome Evangelina” y a las del tercero “síndrome Dean”. Con esta base, con mayor alegría y prestancia, podrá abordar los padeceres (los de sus pacientes-clientes Palitos Ortegas y, en menor medida, Evangelinas Salazaras y Deanes Reanes) que surgen de la premisa inicial, sobre todo de las penosas consecuencias individuales y sociales que acarrea el amor no correspondido.
Aunque vale también la siguiente y lapidaria advertencia a aquellos profesionales subyugados con la vana pretensión de “curarnos”: ojo al piojo, que sin Palitos no habrá poesía.


(*) Descubrimiento colateral: hoy por hoy, ahora por ahora (confesando que estoy algo confundido con esto del “adelantamiento” horario: estaba convencido que este domingo tendría una hora más y no una menos), debo señalar que ‘Mi primera novia’ es la película más humana, vital, realista, sensible y patética que se ha filmado. De pibe, lloraba como loco al verla mientras yo también me enamoraba perdidamente de Evangelina, y la simpatía que me producía Palito y el desprecio que me generaba Dean eran tan intensos como, más tarde, fue a la inversa. De aquella Evangelina, obviamente y a pesar de todo, sigue enamorado el pibe que fui.
(**) Supongo necesaria una aclaración: ni todos los Palitos ni todas Evangelinas ni todos los Deanes son y/o se creen enteramente Palitos, Evangelinas o Deanes. Como quien diría y se mencionó por ahí, hay Palitos con ínfulas de Deanes o Evangelinas; verdaderos Deanes “con alma” de Palitos, y angelicales Evangelinas que se menosprecian como Palitos. Lo que parece difícil, a priori y sin mayores explicaciones, es que existan Evangelinas cual Deanes y viceversa; o son éstos, los pocos que puede haber, justamente, la carne de diván a la que hago alusión en el penúltimo párrafo.

1 Comentarios:

Blogger María Negro said...

Tu tratado filosófico-psicológico está entre lo gracioso y lo terrible, tal vez por eso me haya gustado tanto. Porque la vida es así de dialéctica, terrible y graciosa. Y el amor, peor todavia!
Te quiero mucho

enero 04, 2008 1:22 p. m.

 

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